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La accesibilidad universal: un reto social

«El buen diseño capacita y el mal diseño discapacita»
Declaración de Estocolmo, 1994.

En pleno siglo XXI, nos encontramos ante una situación totalmente desconcertante: las ciudades que habitamos carecen de alma humana, los entornos en los que hacemos la vida no nos representan a todos por igual, y la comunicación que hemos diseñado no nos permite entendernos como seres humanos.

La divergencia nace del desapego con lo tangible, con lo real, con lo universal. Comunicar para solo un sector de la población representa una incapacidad para conocer verdaderamente las necesidades del receptor universal. Y comunicar no solo es hablar y escribir, sino es diseñar entornos, productos, bienes y servicios. Lo que implica hablar de accesibilidad universal y, cómo no, de condiciones para poder implantarla y hacerla realidad.

La accesibilidad universal se presenta en el momento actual como un reto social y político dirigido a la sociedad y a los agentes implicados en la construcción de esta, y, en particular, un pulso a todo lo que rodea al diseño de la ciudad inteligente: al diseño del envoltorio urbano que sirve de base a la vida en general.

¿Qué es la accesibilidad universal?

El término accesibilidad universal se refiere a la condición que deben cumplir los entornos, procesos, bienes, productos y servicios, así como los objetos o instrumentos, herramientas y dispositivos, para ser comprensibles, utilizables y practicables por todas las personas en condiciones de seguridad y comodidad y de la forma más autónoma y natural posible.

Sin embargo, la accesibilidad universal no se refiere solamente a las personas con discapacidad, sino que supone un beneficio, bien temporal bien permanente, para una amplia mayoría de la población. Ello se debe a que tradicionalmente los diseños de productos, bienes, servicios, entornos se han pensado desde un modelo de ser humano estándar que se corresponde con un varón, blanco, joven, de talla alta, delgado, con un rendimiento intelectual determinado y de clase media-alta o alta. Si analizamos la diversidad poblacional se puede caer en la cuenta de que este ser humano estándar se corresponde con una muy pequeña minoría.

Junto a la accesibilidad universal se desarrolla el concepto de diseño para toda y todos, y que se refiere a la actividad por la que se concibe o proyecta, desde el origen, y siempre que ello sea posible, entornos, procesos, bienes, productos, servicios, objetos, instrumentos, dispositivos o herramientas, de tal forma que puedan ser utilizados por todas las personas, en la mayor extensión posible.

Ahora bien, la accesibilidad universal al ciento por ciento no siempre es posible, por lo que se propone la posibilidad de los ajustes razonables. A diferencia de la accesibilidad, los ajustes razonables son respuestas a medida, es decir, un espacio, entorno, producto, o servicio puede ser accesible, pero puede suceder que por el tipo de discapacidad y de su funcionamiento concreto, la persona no pueda participar.

Entonces, ¿a quiénes beneficia la accesibilidad universal?

Piensa por un momento en la pirámide de población, cada vez más envejecida y con mayores tasas de dependencia. Piensa en que la población de personas con discapacidad no deja de crecer. Piensa también en que durante los primeros años de vida somos dependientes, es decir, otra persona debe llevarnos, traernos, cargarnos… y nuestro cuerpo no corresponde ni en talla ni en funcionalidad al de una persona adulta. Piensa en que todas las personas podemos pasar por situaciones de incapacidad o discapacidad temporal. Piensa que convivimos con personas de distintos orígenes y lenguas. Si tenemos todo esto en cuenta, podemos hacernos más conscientes de que una mayoría de la población se beneficia del diseño universal o diseño para todas y todos.

La apuesta por la accesibilidad universal no es ni más costosa que continuar planificando con barreras ni un capricho para el beneficio de una minoría: es una mejora y un beneficio para toda la ciudadanía.

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